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Relanzar Puebla: tras una década de decesos e interinatos

  • Foto del escritor: Quinceminutos.MX
    Quinceminutos.MX
  • 22 jul
  • 3 Min. de lectura
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Tras más de una década de altibajos políticos, rupturas institucionales y periodos breves de gobierno, Puebla necesitaba algo más que un nuevo gobernador: requería estabilidad, dirección y voluntad de transformación real. Alejandro Armenta ha asumido ese desafío con claridad, y aunque los resultados no deben medirse con triunfalismo, hay señales alentadoras que permiten hablar, al menos, de un nuevo rumbo.


No se puede entender el presente sin revisar el pasado reciente. Desde el gobierno de Rafael Moreno Valle Rosas, marcado por el control autoritario, los negocios personales desde el poder y el desmantelamiento de instituciones, Puebla entró en un espiral de inestabilidad. La trágica muerte de Martha Erika Alonso, la abrupta desaparición de Miguel Barbosa y un interinato funcional encabezado por Sergio Salomón Céspedes, generaron un vacío de continuidad administrativa. Como bien lo dijo Armenta ayer, al presentar los resultados de los primeros 200 días de gobierno:


“Todo eso es un diagnóstico que ninguna de las 31 entidades vivió… ningún estado de la República vivió ese contexto”.
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Ante ese escenario, relanzar Puebla no solo era una meta política, sino una exigencia social, como él mismo reconoció:


“Relanzar Puebla implicaba una alta expectativa, pero hoy podemos decir que hemos comenzado a cumplir”.

Lo positivo: dirección, enfoque y resultados iniciales


Apenas en 200 días, el gobernador ha conseguido tres cosas esenciales:


  1. Recuperar el control institucional del estado.

  2. Establecer una narrativa de gobierno clara, basada en la justicia social, seguridad y riqueza comunitaria.

  3. Y, sobre todo, abrir canales de confianza con sectores que exigían certeza, como el empresarial, que —según sus propias palabras— pedía lo básico: estabilidad.


Los avances en seguridad, con disminución de delitos de alto impacto, la decisión de combatir frontalmente la corrupción municipal, y la apuesta por proyectos estratégicos como el astroturismo en la Sierra Negra o la promesa de inversión tecnológica federal, muestran que Puebla ha dejado de estar a la deriva.


Sin embargo, 200 días no han sido suficientes para sentar las bases de un gobierno sexenal, y el gobernador lo reconoce textualmente:


“Aún no alcanzamos la altura administrativa, esa llegará con el primer informe, y de ahí vendrá la consolidación”.

Es decir, el verdadero juicio vendrá tras el primer año de gobierno, cuando no solo se habrán sentado las bases, sino que deberá medirse la capacidad operativa del equipo, el impacto real de los programas y, sobre todo, la cercanía del discurso con la realidad de los poblanos.


La pobreza, la desigualdad en las regiones, la infiltración criminal en gobiernos locales y la deuda social con mujeres y jóvenes no se resuelven con voluntad, sino con política pública efectiva, sostenida y evaluable.


Alejandro Armenta ha optado por un liderazgo conciliador, que no evade la crítica pero que tampoco se detiene a culpar al pasado. En sus palabras, no hay condenas, sino la búsqueda de soluciones a los problemas heredados.


Esa forma de gobernar —sin rencores, pero con firmeza— puede marcar una diferencia importante frente a los liderazgos que solo miran atrás o que gobiernan desde el rencor. Puebla necesita liderazgos que sumen, que convoquen, que construyan.


En resumen, Alejandro Armenta no ha terminado de construir su gobierno, pero ha iniciado con paso firme. Frente a un escenario tan convulso como el que recibió, el simple hecho de dar rumbo, mostrar apertura y asumir retos sin pretextos, ya es un mérito.


Cuenta de X: @mecinas

Director de Quinceminutos MX

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