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Lilia Cedillo, continuidad y sisma al interior de la BUAP

Actualizado: 19 ene 2022

El triunfo cantado de Lilia Cedillo Ramírez como próxima rectora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) representa continuación y a la vez sisma al interior de la máxima casa de estudios. Por un lado, al ser la candidata palomeada por el aún rector en funciones, Alfonso Esparza Ortiz, representa continuidad del modelo de simulación democrática que ha caracterizado a la universidad durante largo tiempo y, por otro, la doctora rompe con la tradición machista para colocarse como la primera mujer al frente de la institución.

Si bien el proceso interno que guía el cambio para la Rectoría es realizado con toda una estructura planteada para la democracia, su uso ha sido tradicionalmente sólo para proyectar una imagen de apertura, pero que en términos reales reproduce las viejas prácticas del modelo mexicano forjado en el siglo XX, caracterizado por el dedazo, la selección de candidatos y el voto corporativo que termina siendo validando en las urnas.


Lo cuestionable del uso de este modelo político, más no democrático, es que está insertado dentro de las universidades del país –no sólo la BUAP-, pero que se convierte, en muchos de los casos, en el primer contacto de los jóvenes con una jornada electoral y que replica la tan cuestionada forma de heredar el poder sin perder los privilegios y garantizar impunidad.


En esta transición, la doctora no sólo deberá rescatar a la universidad de un contexto político heredado por Esparza Ortiz -marcado por la confrontación con el Estado, investigaciones en curso por el manejo los recursos públicos y visos de corrupción-, sino que además deberá reencauzar la vida académica, que es origen y fin último de la universidad.


Cedillo Ramírez es hoy la virtual ganadora de esta elección histórica para la comunidad universitaria y para Puebla, pero principalmente representa el logro de muchas décadas de luchas internas en el que las mujeres no sólo fueron hechas a aún lado, sino además utilizadas por los rectores en turno para hacer como que había oportunidad para todos, pero sin concederla.


Una mujer al frente de la universidad, es por ello, un reto incluso mayor al que había enfrentado cualquier rector en el pasado reciente, más aún cuando existe una larga retahíla de casos de hostigamiento y acoso sexual expuestos una y otra vez por las jóvenes universitarias al interior de las facultades, pero que han sido invisibilizados para no afectar la imagen de la institución.


La tarea no es fácil, sin embargo, la trayectoria y el mensaje que lanza la doctora anuncian nuevos y mejores vientos para la máxima casa de estudios. Cambio que deberá verse con sus primeras acciones, destacadas seguramente con establecer un propio equipo de trabajo, deshaciéndose de personajes que han sido lastres y rémoras en la historia reciente de la universidad.


Twitter @mecinas

 

* Los comentarios son responsabilidad exclusiva de quien escribe la columna de opinión.

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